El chico azul con pies de hierro by Kaos

El chico azul con pies de hierro by Kaos

autor:Kaos
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Juvenil, Novela
publicado: 2019-02-05T22:18:14+00:00


—¡Néstor! ¿Qué estás…? —gritó Liam.

—¿… HACIENDO, INSENSATO? —Miguel, interrumpiéndolo, terminó la frase por él. Esta vez, la voz celestial no tenía nada de celestial, sino que parecía sacada del mismísimo infierno.

El ángel estaba realmente enfadado. De la palma de su mano hizo aparecer un rayo que lanzó en mi dirección. Y entonces, todo ocurrió muy deprisa.

En cuestión de segundos, Liam se interpuso entre el rayo y yo, pero antes de que lo alcanzara, Marta logró desviarlo con su espada.

Al ver a Liam dispuesto a protegerme, casi me pongo a llorar purpurina allí mismo de la emoción. ¡El chico que me gustaba había dado su vida por mí! Bueno, no exactamente, pero la intención es lo que cuenta.

—¡Estáis arriesgando la vida de todos por una irresponsable temeridad! —gritó el ángel desesperado.

La montaña tembló una vez más, esta vez con más fuerza, y entonces ocurrió.

El dragón blanco salió a la superficie, abrió sus alas de hielo y lanzó un alarido. La temperatura bajó drásticamente. Era una visión preciosa y aterradora al mismo tiempo. ¿Y si me había equivocado? ¿Y si Miguel tenía razón? ¡Acababa de condenar a todo el planeta!

Con dos ágiles saltos, la guerrera Marta salió de la ermita y se posó sobre el lomo del dragón. Tenía lágrimas de felicidad en los ojos.

El dragón torció el cuello y acarició a la mujer con su frente helada en señal de agradecimiento; después miró con sus gigantescos ojos llenos de desprecio a Miguel, que estaba paralizado dentro de la ermita.

El monstruo, con Marta en su lomo, dio un salto y salió volando, desapareciendo en el oscuro cielo, con la ciudad nevada de fondo.

Una vez se hubieron ido, comencé a sacudir las piernas, que seguían enterradas en la nieve. Por suerte, el ángel nos cogió a Liam y a mí de la cintura y voló hasta dejarnos en el tejado de la ermita, alejados de la nieve.

—Se avecina una catástrofe… —murmuró una vez estuvimos los tres sentados con él en medio.



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